sábado, diciembre 03, 2005

Alquimia cinematográfica: Harry Potter y el Prisionero de Azkaban


Ayer por la noche fui a ver "Harry Potter y el Cáliz de Fuego"; me ahorraré los comentarios, porque no soy muy dado a hacer reseñas, pero aunque en general me gustó, sigo prefiriendo "El prisionero de Azkaban". Me parece más equilibrada, más fluida, posiblemente porque el libro es más corto, y cabe mejor en formato cinematográfico, que esta última entrega, que se queda coja con más de 150 minutos de duración.

A lo que iba: tuve cierta inspiración, y se me ocurrió escribir esta entrada, a la que he llamado Alquimia Cinematográfica, pero también podría ser Alquimia Literaria, que consiste en cambiar algún detalle, más o menos grande, de una historia, y debatir sobre el resultado.

En el caso de "El prisionero de Azkaban", he querido pensar que hubiera pasado si los Dementores hubieran sido presentados con una apariencia inusitada, y no tan... medieval. Me explico: uno de los rasgos medievales-fabulistas, de 'Harry Potter' como serie, es la conexión entre fealdad, o deformidad física, y maldad. Si analizais los libros con lupa, vereis que, excepciones aparte como Draco Malfoy, que es más malo que un dolor a pesar de ser bastante guapete, hay una cierta corriente subterranea que une 'bondad moral' y 'atractivo físico'.
Por ejemplo, Cedric Diggory, que no sólo es un dechado de virtudes, sino que además está bastante bueno.

Esa convención es, narrativamente, medieval, por no decir greco-latina. Se remonta a textos como El Cantar de Mio Cid, o La Chanson de Roland, en los que los malos no solo son aviesos y pérfidos, sino que encima son bastante feos.

Imaginaos, ahora, que los Dementores, en vez de tener esa apariencia tan clásica, que produce bastante inquietud, hubieran sido angélicos. Por ejemplo, que hubieran sido serafines, con seis alas de plumas blancas llenas de ojos, y vestidos con túnicas flotantes, argénteas y etéreas. No cambieis ningún detalle de su conducta o malicia, cambiad tan sólo su aspecto externo. Imaginad que en sus rostros armónicos, perfectos, por ejemplo como el del arcángel del 'Éxtasis de Santa Teresa', de Bernini, apareciera un destello de cruel placer al dar su beso.

¿No os parece que serían bastante más aterradores, o por lo menos, más inquietantes? La oscuridad asociada al mal puede que tenga algo primordial, y por eso es tan común en el arte, pero el mal asociado a la luz y a la belleza (salvo cuando se trata de presentar mujeres malvadas y hermosas que siempre son sometidas por el héroe) es algo que todavía produce bastantes resquemores.

¿Qué os parece? Espero vuestros comentarios.

3 comentarios:

Michael Bayley dijo...

No estoy nada de acuerdo. Tienes numerosos ejemplos de gente no realmente "guapa" y buena. Por ejemplo, Neville Longbottom, o por qué ir más lejos, Ron Weasley. En cuanto a que la oscuridad representa el mal no es más que la llamada más elemental al miedo más acervo del hombre. Ese que no pasa por el cerebro, sino que puentea directamente a la parte de primate que aún tenemos. Por eso es tan efectiva, y por eso siempre lo será, desde mi punto de vista.

Eleder dijo...

Del otro lado, gente atractiva y mala, además de Draco está su padre Lucius, que es realmente imponente...

Pero entiendo que la pregunta es otra. La verdad es que el efecto hubiera sido importante, sí. Y, puesto a recordar, no me llega a la memoria ahora ningún ejemplo claro en el cine de criaturas absolutamente diabólicas y absolutamente hermosas... En literatura, quizás los elfos, tratados como Pratchett en Lores y damas... Buena reflexión.

Ibn Sina dijo...

Athair:

Tienes razón, pero creo que Neville y Ron, particularmente Neville, representan otro arquetipo distinto, menos medieval pero también clásico: el de la belleza interior.