Desde hace unos días se está desarrollando en los blogs de Imperator, Eleder y otros, un apasionado debate sobre religión, tema sobre el que yo creo que es arriesgado debatir, porque al ser algo muy importante para mucha gente, los debates tienden una tendencia a calentarse y convertirse en discusiones, en las que siempre hay alguien que sale herido.
Y yo soy partidario de que, en caso de duda, mejor no herir.
Sin embargo, me siento parte de ese debate, y por tanto, voy a escribir otra entrada. Sin embargo, debo de advertirte, lector de este Libro de la Curación, que no voy a usar datos, ni citas, ni referencias. Voy a hablar de experiencias y de opiniones propias, y puede que consideres que tales cosas no tienen valor. Tambien puede que creas que son muy valiosas, y quieras hacerlas tuyas. En ambos casos, que sepas que eres bienvenido: nadie te obliga a entrar en este lugar, y nadie te obliga a quedarte, pero tampoco te obliga nadie a marcharte. Yo no cuento estas cosas porque sean verdaderas, sino porque a mí me funcionan.
Dicho ésto, vamos allá.
Ya he dicho muchas veces que no soy ritualista; no hago ritos dedicados a ningún Dios, ni a Lo Divino, ni a Odín, Thor, Zeus o Jesucristo. Tengo la sospecha de que los ritos quedan muy bien narrativamente, pero que, a la larga, matan la fe.
Cuando rezo, hablo conmigo mismo, y hago lo posible por dividir mi mente en fragmentos y examinar la cuestión desde diversos puntos de vista. Mi mente no sólo está llena de engranajes, sino que también es como una telaraña.
Sé que quien habla y escucha y responde soy yo.
Creo que mis palabras no son, sin embargo, sólo para mí mismo.
No creo en la divinidad de Jesús: mi fe no es cristiana. Sin embargo, creo que Lo Divino habla a través de los hombres. Por tanto, admito que Jesús existió, y que fue un profeta. Los datos concretos de su vida y de sus enseñanzas son borrosos, y sujetos a discusión, pues no le conocí en persona, pero para mí esos detalles no son muy importantes.
No sé nada, con certeza, de la otra existencia; creo que será distinta a ésta, y que será mejor o peor, en base a como haya sido en la Tierra. Pero no vivo para el Más Allá, sino que vivo para el mundo, porque creo que ése es el motivo de que estemos aquí.
No admito que nadie tenga autoridad moral sobre mí, pues para eso tengo una moral y una razón. Admito guías, sugerencias, caminos, pero como ya dije en otra entrada, tenemos moral y razón para usarlas, y por tanto, debo de usarlas. No las someteré a nadie.
He aquí un primer esbozo de mi fe, lector.
¿Qué crees que soy?
¿Te importa?
A mí me importa, porque te lo estoy preguntando, pero tampoco pienses que voy a dejar de ser lo que soy sólo por un quítame allá esos comentarios.
martes, diciembre 06, 2005
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2 comentarios:
Eh, a mí me importa. Me parece enriquecedor conocer la experiencia vital de gente como tú, mon amie
Bueno, pero tú eres el Sol, y yo tan sólo soy Saturno.
Abrazos a distancia.
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