martes, enero 31, 2006

Moral e Imperio: un relato

Hoy quiero presentaros uno de los relatos que más me gustan de los que he escrito en los últimos años, llamado "Moral e Imperio". Me vino a la memoria hace unos días, leyendo algo en el blog de Imperator, algo que ahora mismo no puedo recordar. Espero que os guste, y si os hace plantearos alguna cosa, mejor que mejor. La ilustración es de Marina Muñoz, y relato e ilustración fueron publicados juntos por primera vez en el número 17 del fanzine 'Alfa Eridiani', disponible en www.alfa-eridiani.com
Todos los comentarios constructivos son bienvenidos.



Moral e Imperio


I. Consideramos el acto sexual como un acto en el que intervienen uno o más sujetos, y siendo un acto que puede ser apropiado o inapropiado, determinamos que los actos sexuales pueden ser inapropiados de diversas formas. Puesto que el acto sexual es consecuencia de la proyección del deseo sexual sobre un objeto concreto, que puede ser o no sujeto a su vez, consideramos que, en cuanto al objeto deseado, los actos sexuales pueden ser inapropiados de dos formas: por la esencia del objeto, o por la inclinación del objeto. En primer lugar, son inapropiados en cuanto a la esencia del objeto, todos aquellos actos sexuales realizados con objetos distintos a la persona humana. Consideramos así, inapropiados como actos sexuales, por esencia, todos aquellos actos realizados con animales y plantas, y aquellos realizados con objetos inanimados. En segundo lugar, son inapropiados, por inclinación, todos aquellos actos sexuales realizados con sujetos carentes de plena libertad y responsabilidad. Consideramos así actos sexuales inapropiados, por inclinación, todos aquellos actos realizados en contra de, o prescindiendo de, la libertad y la responsabilidad plenas de todos los participantes.

Moral e Imperio, capítulo IV, 2360, Golconda

* * * * *

Me pregunto si nuestra época será recordada como gloriosa o como infame.

Tatiana Ivanovi de Medeiros está radiante, pensó Gregorio Santos dando un largo sorbo a su copa, y luego pasándose un dedo por los labios mientras la contemplaba, allí sentada en un sofá de piel sintética, enmarcada por dos grandes espejos de cuerpo entero, que reflejaban su imagen haciendo que pareciera un tríptico holográfico de uno de sus conciertos. Ni siquiera en su propia casa la diva dejaba de ser diva. Pero sería injusto, y dio otro sorbo a su bebida, pensar que no tiene derecho a tal cosa. Nadie es como Tatiana; nadie ha tenido un registro vocal tan amplio desde los tiempos de Maria Callas, y aunque los hermafroditas no eran inusuales en el mundo del espectáculo, La Divina de Medeiros, como la llamaban algunos, homenajeando su ascendencia portuguesa, era la única que había logrado triunfar en el círculo de cuchillos del canto lírico. Dejó resbalar sus ojos por su figura; Tatiana vestía un largo vestido de seda, blanco, sobre un ceñido tubo de tela sintética, que marcaba su figura. Su pierna derecha se cruzaba elegantemente por encima de su pierna izquierda, y una gota de licor descendía lentamente por su piel, vagamente broncínea, hacia sus pies, torneados por unas sandalias de cuero artificial a juego con el vestido. Años atrás, Tatiana había elegido depilarse la cabeza, y una leve transpiración, provocada por la iluminación del cuarto, hacía brillar su piel, sin que por ello a Gregorio le pareciera un ápice menos atractiva.


Supongo que más que por nuestra moral, nos recordarán por nuestra política. Al menos, eso es lo que espero que ocurra.

Nicolás Valcárcel se reclinó, más cómodo, entre la pila de cojines sobre la que estaba sentado, y dejó que sus dedos juguetearan con los botones de su camisa, mientras miraba, de reojo, a Gregorio, concentrado en su copa. Tatiana Ivanovi, contratenor hermafrodita amada tanto por los críticos musicales como por las masas populares, que compraban sus nuevos trabajos en cuanto aparecían a la venta en la Red, tenía la intuición de que Nicolás y Gregorio hacían algo más que tomar una copas y ver holopelículas cuando se visitaban el uno al otro. No es que aquello tuviera ninguna importancia, claro, porque ella y Gregorio no estaban casados, ni siquiera comprometidos, pero Tatiana no podía evitar preguntarse si aquel comentario de Nicolás, el hecho de que parecía querer que el Imperio Terrano fuera recordado por su política, y no por su moral, podía significar que tenía algo de lo que avergonzarse. Aunque es probable que simplemente fuera una frase destinada a romper el hielo de la conversación. La tertulia de hoy aún no había despegado, y la conversación se arrastraba, perezosa, sobre los vasos de licor. Aunque Nicolás no le resultaba atractivo, le echó un vistazo, intentando pensar que podría Gregorio encontrar sexy en él: Nicolás era joven, de pelo castaño, ojos azules, de sonrisa fácil, nariz recta. Sus manos, de dedos alargados y uñas bien cuidadas, estaban ahora colocadas sobre su regazo. Su camisa estaba entreabierta, dejando ver un poco de vello pectoral; su musculatura estaba cuidada, pero no de forma obsesiva. Parecía moderado en todos los sentidos.

— El Imperio ha llevado una moral avanzada y moderada a todos los planetas colonizados por la humanidad.

Gregorio Santos volvió a tomar un sorbo de licor de menta, y se levantó para poner algo de música. Con un gesto de la mano, ajustó los controles de la consola; luego se acercó a la ventana. El sol estaba descendiendo lentamente, y su silueta rojiza se recortaba contra la línea del horizonte de Terranova, en la que se alternaban los rascacielos construidos desde la proclamación del Imperio con los edificios más bajos, humanistas y funcionales, pertenecientes a los años finales de la 1ª República. Nicolás Valcárcel, contemplando a su amante, pensó en las palabras que acababa de decir Gregorio. Una moral avanzada y moderada; en eso tenía razón, porque el Imperio había conseguido equilibrar el autoritarismo y el liberalismo, y ofrecer una libertad moral y sexual que, aunque era más restrictiva que el abanico de posibilidades que había ofrecido la República, era también más estable. La doctrina imperial podía resumirse en una frase: ‘Todo acto sexual realizado con sujetos carentes de plena libertad y responsabilidad no sólo es inmoral, sino también ilegal’. Así, el Imperio había conseguido censurar moralmente y castigar legalmente, usando el mismo baremo, actos en apariencia tan distintos como la necrofilia y la violación pederasta. Gregorio era alto, moreno, de ojos azules; a pesar de que trabajaba como abogado en un edificio cercano al Senado Imperial, había recibido muchas ofertas de holorevistas que querían que posara como modelos. Nicolás mismo le había puesto en contacto con un par de fotógrafos que habían disfrutado de la posibilidad de retratar al apuesto, maduro y atractivo Gregorio, de espaldas anchas y manos suaves.

Pero forzamos a todos los planetas del Imperio a seguir nuestra misma moral, nuestras mismas leyes. Sin duda, eso es un poco arrogante.

La cuarta persona que había en la habitación, Verónica Goldfarb-Castro, se puso de pie, y se sirvió otro vaso de licor mientras sus ojos dorados, de color de miel, resbalaban por la habitación, depositando su mirada, de uno en uno, en sus tres amigos. Tatiana Ivanovi, la hermafrodita de cabeza depilada y sombra de ojos azul eléctrico; Gregorio Santos, el abogado atractivo y arrogante, de ojos azules como el cielo; Nicolás Valcárcel, el joven crítico musical, con su camisa medio abierta. Verónica había tenido relaciones con los tres, y sabía que ellos las tenían entre sí, por lo menos de momento. La química sexual era quizá una forma inusual de cementar una amistad, pero Verónica nunca había tenido mejores amigos que los tres que ahora estaban bebiendo con ella en su casa, escuchando una retrospectiva de la gloriosa María Callas, en la que se intercalaban las versiones más contemporáneas de aquellas arias que la habían hecho famosa en su época de esplendor.

¿Por qué es arrogante el deseo de conducir a todos los habitantes del Imperio a la felicidad? , replicó Tatiana al comentario de Verónica.
Tales proyectos siempre han fracasado, a lo largo de la historia de la humanidad. ¿Por qué el Imperio debería ser diferente?, dijo entonces Nicolás.
Porque nunca ha existido nada como el Imperio, afirmó Gregorio.

“Eso es cierto”, pensó Verónica. Nunca había existido nada como el Imperio; había que retroceder hasta los lejanos días del siglo XIX, cuando Terranova todavía se llamaba Tierra, o la Tierra, singularizada, para encontrar algo semejante al Imperio Terrano. A pesar de todas sus similitudes con los antiguos imperios, como el británico, el español, el chino o el romano, el Imperio Terrano era algo diferente. Era una unión de planetas, no muy distinta en su estructura a la organización republicana, que cooperaban entre sí según los parámetros dictados desde la capital imperial, que era Golconda y no Terranova, la cuna de la humanidad que había sido, desde su fundación hasta su caída, la capital de la 1ª República.


Golconda, también llamado Alfa Centauri IV, había sido la primera colonia de la humanidad. El emperador, tras tomar el nombre de Analastu, había trasladado allí la capital como un gesto simbólico más, uno que aspiraba a ser representativo de la distancia que quería marcar entre su Nuevo Orden y la República. Si todavía había alguien en el Imperio que abrigara la creencia de que la Tierra, Terranova, era el centro del universo, aquel gesto imperial debería haber servido para poner fin a su ingenuidad.


Y sin embargo, Terranova había dejado de ser el centro de los mapas estelares para convertirse en algo a lo que los ciudadanos imperiales se referían como ‘el corazón del Imperio’. Su guía moral, su conciencia, su rector ético, su censura... Y desde Golconda, mientras tanto, gobernaban los emperadores de la dinastía Analastu Abdi, en árabe ‘Yo no soy el sirviente de mí mismo’. No hombres, sino títulos. Eso era lo que Analastu I había querido para sí y sus sucesores: emperadores que no se sirvieran a sí mismos, sino al título que portaban, y al Imperio.


Tatiana había actuado recientemente en Golconda, en una gala que el actual emperador, Analastu III, había ofrecido al Senado Imperial y a los gobernadores provinciales, y hacía tan sólo unos días que había regresado a Terranova. Tatiana había sido honrada por el Emperador con una condecoración al mérito artístico, y había tenido la oportunidad, en el trascurso de la gala, de acceder aunque fuera temporalmente a las estancias por las que se movían los que marcaban el ritmo político del Imperio. La contratenor sabía que, en tiempos lejanos, antes del Éxodo, la humanidad había estado dominada por un sistema de pensamiento llamado capitalismo, o post-capitalismo, y que durante el Éxodo mismo las corporaciones multinacionales habían acumulado en sus manos grandes cantidades de poder y capital. Pero todo eso había cambiado, y la humanidad había regresado a formas de organización social, al mismo tiempo más nuevas y más tradicionales. En una ocasión, en un cóctel, Tatiana había oído que el Imperio Terrano era comparable a la Francia de Napoleón III; tras hacer algunas averiguaciones, no le había parecido una comparación injuriosa, aunque todavía tenía sus dudas. Se volvió hacia Gregorio, que tras su último comentario se había servido otra copa de licor, y le invitó a que se sentara en la alfombra, junto a ella. Sonriendo divertido, tras echarle una mirada de reojo a Nicolás, Gregorio se sentó a los pies de la contratenor, y volvió a la carga.

Vamos, no os quedéis callados, y pensadlo seriamente: ¿Cuándo ha disfrutado la humanidad del equilibrio perfecto entre libertad y prosperidad que tiene ahora? Hay que hacer sacrificios para conseguir beneficios; no se puede hacer una tortilla sin romper huevos, como decía mi bisabuela.
¿Qué son huevos? , dijo Verónica, alejándose de la ventana.
Algo que usan los animales para reproducirse; no me preguntes sobre los detalles eróticos. Los desconozco. Y Nicolás sonrió ampliamente, mientras se ponía de pie.

Nicolás caminó hasta Verónica, y le dio un beso en la mejilla. Luego se sentó en el sofá que Gregorio había dejado vacío, e invitó a Verónica, la escritora de éxito, a que se sentara junto a él, en el suelo. Cuando ella lo hizo, Nicolás alzó su copa hacia Tatiana, y dijo: “Brindo por el Imperio”. Los demás asintieron, brindaron por el Imperio, y apuraron sus bebidas.

Nicolás carraspeó, y dijo:

En sus últimos ciento veinte años de vida, la 1ª República estuvo hundida en la guerra civil, la corrupción, el hambre, la miseria y el caos. En los treinta años que han transcurrido desde la proclamación del Imperio por el primer emperador Analastu, la historia de la caída de la 1ª República se ha convertido en leyenda. ¿Quién se acuerda ya de aquellos días de dolor?
Ahora todo va más deprisa, dijo Tatiana, pensativa...
Insisto en que el Imperio llevará a la humanidad a donde no ha llegado nunca. No estamos preparados, como civilización, para la libertad responsable que proporcionaba la 1ª República, afirmó Gregorio.
¿Quieres decir que tenemos miedo a la libertad? ¿Necesitamos entonces, como especie, que alguien nos lleve hacia el progreso?, concluyó Verónica.

Los cuatro se miraron, en silencio, inquietos ante las implicaciones de una afirmación semejante. Todos eran ciudadanos prósperos de un Imperio próspero, y todos sabían como se había llegado hasta la proclamación del Imperio: el ejército había asaltado el Parlamento, disuelto la República y creado un Gobierno Provisional. Dos años después, Analastu I había sido proclamado Emperador, y aclamado por el ejército. En esos dos años, las tropas del gobierno habían extinguido el fuego de la rebelión y la secesión a lo largo y ancho del mapa de la República, y todos los sistemas planetarios rebeldes habían hincado la rodilla ante el gobierno provisional. Ningún Imperio había sobrevivido tanto como sus fundadores hubieran deseado, y muchos ellos no sobrevivieron a su primer emperador. El Imperio Terrano ya había tenido tres gobernantes, y todo parecía ir bien.

Tatiana fue la primera en quitarse la ropa, lentamente, sensualmente. Una vez que se hubo quedado desnuda, se sirvió otra copa de licor, y dijo:
¿Realmente crees que hay un equilibrio perfecto entre libertad y prosperidad, Gregorio? Yo creo que no... creo que todo sistema construido sobre la tiranía debe caer, tarde o temprano, por grandes que sean sus logros culturales y artísticos.
¿Y por qué ha de ser así? ¿Es que acaso, como civilización, no estamos dispuestos a hacer ningún tipo de sacrificio? —Gregorio dejó su copa sobre la mesa, y tras quitarse la ropa, se sentó en el suelo, junto a Tatiana.
La reconciliación requiere el perdón, y el perdón requiere el reconocimiento de la culpa. Mientras el Imperio no pida perdón a todos aquellos que sometió y humilló, no habrá reconciliación, y la sombra de la destrucción siempre estará sobre nosotros. —Nicolás dejó sus ropas plegadas sobre una silla, apuró su copa de licor, y besando a Gregorio en la frente, se sentó entre él y Tatiana.
Todo está destinado a la destrucción; no hay nada eterno, salvo quizá, las mismas ideas de eternidad y destrucción. Lo que importa es hacer que los momentos de paso, los cambios entre un modelo de civilización y otro, sean lo menos traumático posibles para los implicados.

Tras estas palabras, Verónica se despojó de sus ropas, y dirigiéndose hacia sus tres amigos, se unió a ellos tras apagar una a una todas las luces de la sala.


* * * * *

Fueron necesarios ciento veinte años para construir el Imperio Terrano, y tan sólo veinte para destruirlo. El cuarto emperador, Anaslatu IV, fue incapaz de estar a la altura de sus tres predecesores. Una serie de malas decisiones ejecutivas provocaron una cadena de insurrecciones, y varias derrotas militares hicieron perder a la población la confianza en el Imperio. Para preservar la paz, Analastu IV empezó a ceder regiones imperiales al control de los gobernadores planetarios; fueron estas regiones independientes las que formaron el núcleo de las nuevas potencias cósmicas: la Autoridad Centáurea, la Confederación de Weissmann, la Alianza de los Navegantes, y también, la 2ª República, que aspira a preservar, para la humanidad, lo mejor de la 1ª República y lo mejor del Imperio.

De toda la legislación imperial, la más importante que hemos preservado ha sido la relativa a la moral.

Del Imperio a la República, 2440, Terranova

5 comentarios:

Imperator dijo...

Me gusta.

Ibn Sina dijo...

Gracias, Imperator.

Ahora sólo hace falta que corra la voz.

Anónimo dijo...

Prometo venir a leerlo con más calma, Ibn Sina. :-) Es que ando algo liadilla, pero quería pasar a saludarte. ;-)

Ibn Sina dijo...

Ok, Catalina, eres siempre bienvenida.

Shadow dijo...

Bueno, ya te lo dije en persona, pero te repito por aquí que el texto es genial. Y mi madre (que sí ha leído algunas cosas de Asimov) reconoció la referencia en cuanto empezó a leer, y también ella me ha recomendado que lea alguna de sus obras. Así que nada, aprovecharé la tarjeta regalo para hacerme con la trilogía en La Casa del Libro y ya te contaré.

Nos vemos el lunes en clase, teacher :)